viernes, 13 de agosto de 2010

Sentir ... Sentir... Reflexiones sobre la anestesia...

Ignorar lo que sentimos es la sentencia de nuestra cultura anestesiada ... ¿cómo es nuestra relación con nosotros mismos si anestesiamos nuestros sentimientos? ... ¿qué calidad de relación existe con los demás si carecemos de emocionalidad con nosotros mismos? ... ¿Cuán humanos somos si no tenemos capacidad de sentir?

El cuerpo pide a gritos volver a sentir y permitirnos sentir. Castramos la espontaneidad de niños y adultos ... no rias ... no llores ... no explotes en ira ... no te entusiasmes ... por inconveniente o inoportuna.

Vivimos en un mundo lleno de anestesiólogos que no saben manejar las dosis ... la respuesta ante todo es: TODO ESTA BIEN. Lo que dicho sin ningún piso emocional, cual conversación de elevador, es síntoma inequivoco de depresión, del mal que aqueja a la humanidad entera ... no de ganas de morirse, sino de pocas ganas de vivir. Sumergidos en la cotidianidad de la respuesta vacía que a veces se abrevia en un TODO BIEN. Cotidianidad insensible que nos sumerge en una depresión estéril donde nos sentimos mutilados, vacíos ... ¡¡salgamos de allí !! ... ¡¡despertemos del letargo!!

Prozac ... Lipitor... ansiolíticos ... prozac ... pastillas para dormir ... plavix ... prozac ... estamos enfermos del corazón de lo emocional...

Seamos portadores de esperanza, la esperanza que viene del sentir, permitir, estimular que la gente sienta y se exprese libremente. Dejar reir, dejar llorar, liberar tristezas, permitir salir la ira contenida, dejar volar los entusiasmos. Cuando permitimos que los sentimientos afloren, por una buena o no tan buena razón, devuelve a la vida la luz que nos permite una sensible, presente y humana relación con nosotros mismos, que luego del llanto, la desolación y el mal rato propiciará un campo fértil en el que crecer.

Les propongo que en vez de iniciar con la gente una conversación de ascensor con un: ¿Cómo estás? comenzemos a preguntar: ¿CÓMO TE SIENTES?

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